Ray of Light : St. Joseph County Public Library

Bertrand Russell nos contó que Zacarías era bibliotecario

Por Alfredo R. Palacios (1)

… esta historia me recuerda que cuando los bibliotecarios catalogadores nos encontramos discutiendo ardua, calurosamente por la interpretación de una Regla de Catalogación y el análisis de cómo se debe asentar o registrar un dato en la descripción catálográfica, corremos el peligro de experimentar lo que le pasó al pobre del Bibliotecario Zacarías
Había una vez… en el montañoso suelo de Partalaguna, una biblioteca muy original formada exclusivamente con catálogos de libros. Cualquiera de los volúmenes que ocupaban los anaqueles podía proporcionar al lector los títulos de todos los libros que trataban un determinado tema. Por ejemplo, la obra 1,177 contenía la lista de todos los libros escritos sobre Sócrates; la 551.073 registraba todos los libros dedicados a la obra de Maurits Cornelis Escher; el volumen 8.409, los textos que hablaban de la pirámides de Egipto, y así sucesivamente.
 
 Zacarías –nos contó Bertrand Russell— era el bibliotecario de esta curiosa Biblioteca de Partalaguna y llegó a descubrir, en su ardua tarea de clasificación, que algunos de estos catálogos se citaban así mismo. Así, el autor el autor del catálogo 1.177 creía que su listado bibliográfico era una cierta forma de hablar de Sócrates, entonces añadía el título de su propio catálogo a la lista de los libros que lo componían.

Esto disgustaba mucho a Zacarías. Juzgaba a los autores que así obraban como pagados de sí mismos y transfería este juicio sobre sus respectivas obras. «Los catálogos que se citan a sí mismos son vanidosos y presumidos», decía. Por el contrario, elogiando el recato de los autores de las obras que, como la 551.073 no se citaban así mismas, exclamaba: «¡Que modesto es este catálogo!»

Un buen día, y luego de haber fatigado clasificaciones, Zacarías enfrentó la necesidad de tener que distribuir su biblioteca en dos salas distintas y unidas por un largo pasillo. «Para un buen orden –se dijo–, en la sala de la izquierda, pondré los catálogos vanidosos y, en la de la derecha, los catálogos modestos.» Así lo hizo y, una vez finalizada la tarea de distribución de ejemplares en los estantes, comenzó –como buen bibliotecario que era—la redacción del Catálogo de Catálogos Vanidosos (Sala de la izquierda) y la del Catálogo de Catálogos Modestos (sala de la derecha).

¿Y estos nuevos catálogos serán vanidosos o modestos?

«¡Serán modestos!», pensó Zacarías, pues por principio, no se citaban a sí mismos. Comenzó ubicando el catálogo de Catálogos Vanidosos (que rea modesto) en la sala de la derecha. Inmediatamente pasó a registrar este último y nuevo ejemplar. Para ello Zacarías abrió el otro catálogo – el Catálogo de Catálogos Modestos – y en él anotó el título del Catálogo de Catálogos Vanidosos. Para finalizar su tarea, le faltaba solamente colocar el último catálogo –el Catálogo de Catálogos Modestos—en alguna de las dos salas. Dado que el Catálogo de Catálogos Modestos era, obviamente, modesto, estaría en la sala de la derecha. Ahora bien, si esto ocurría, la sala de la derecha tendría un nuevo libro. Prestamente Zacarías abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y lo registró.

Pero… he aquí la cuestión: por causa de este último registro, ¡el Catálogo de Catálogos Modestos se había hecho vanidoso! Profundamente sorprendido, Zacarías recorrió el largo pasillo con la clara intención de ubicarlo en la sala de la izquierda.

Cuando llegó a la sala de la izquierda, se dio cuenta de que la sala de la derecha tenía ahora un libro menos. Abrió el Catálogo de Catálogos Modestos y borró la mención que hiciere de sí mismo. Pero… he aquí la cuestión: el Catálogo que hasta ese momento era vanidoso, al borrar el asiento, ¡volvió a ser modesto! Entonces, Zacarías lo llevó corriendo a la sala de la derecha. Pero… cuando llegó a la sala de la derecha, se dio cuenta de que tendría un libro nuevo libro…

Cuentan pobladores y turistas que, en la Biblioteca de Partalaguna, hay un bibliotecario loco que recorre un largo pasillo desde la sala de la izquierda a la sala de la derecha y desde la sala de la derecha a la sala de la izquierda; y, en un mismo libro y entre las carreras, no cesa de escribir un título, de borrarlo, de volverlo a registrar, e volverlo a borrar, de registrarlo nuevamente, de borrarlo…

¡ Y así por la eternidad toda!

(1) PALACIOS, Alfredo Raúl y Alberto Gustavo Palacios. La definición : así la matemática como en la filosofía. – Buenos Aires, Arg. : Lumen, c2002. – 83 p. – (Relaciones)

Mr. Bean en la biblioteca

El manejo de los libros en colecciones generales : lineamientos generales

 Las colecciones de las bibliotecas se ven afectadas directamente por la manera como tanto el personal y los usuarios las tratan. El daño que se hace a los libros es acumulativo. El constante manejo inadecuado puede transformar rápidamente un libro nuevo en uno gastado, y un libro gastado es un libro inútil que requiere reparaciones costosas, reencuadernación, o reemplazo. Con solo seguir las recomendaciones presentadas aquí, la biblioteca puede realizar grandes progresos hacia la conservación de la colección.

 Conserva tus manos limpias

No comas, bebas ni fumes cerca de los libros de la biblioteca

Evita forzar los libros para que se abran más de los que se pueden abrir sin dificultad

Apoya las cubiertas mientras que el volumen permanezca abierto

Evita usar sujetapapeles en el texto

Evita el uso de depósitos para libros; en vez de esto,  regresa los libros en el mostrador de circulación (préstamo)

Colocación de libros de tamaño regular

Utiliza estantes de metal, lisos y sólidos, sin orillas dentadas o tornillos salientes. Evita estantería de madera.

Asegúrate de que haya circulación de aire cerca de los volúmenes. No guardes los libros contra paredes o en un gabinete cerrado.

Coloca volúmenes con un mínimo de cuatro pulgadas a distancia del piso para reducir el riesgo o daño debido a acumulación de agua o del paso de la gente.

Cuando sea posible, utiliza unidades de estantería que tengan cubierta en el tope, ya que ayudarán a desviar el agua, el polvo y algo del daño causado por la luz.

Coloca todos los libros verticalmente, apoyados sobre el canto inferior.

Si un libro es un poco más alto para el espacio en la estantería, no lo acomodes sobre su corte vertical (ej. en la posición con el lomo hacia arriba). En vez de esto colócalo sobre el lomo.

No dejes los libros en un estante acomodados muy flojos ni muy apretados. En general, cada estante debe llenarse a un 60% de su capacidad.

Apoya los volúmenes en cada entrepaño con un soporte apropiado, que sea alto como para proporcionar buen apoyo y que cuente con un amplio perfil.

Para quitar un volumen del entrepaño, empuja cuidadosamente los libros hacia atrás a cada lado del volumen deseado. Toma el volumen por los lados con las manos, quítalo y reajusta el soporte.

Para reemplazar un volumen, afloja el soporte y mueve los volúmenes existentes para crear espacio. Reinserta el libro en su espacio, después reajusta el soporte de manera que los libros estén ajustados.

Colocación de libros de gran tamaño

Utiliza estantes amplios, fijos o corredizos.

Coloca libros en gran tamaño horizontalmente, de ser posible, no más de tres volúmenes en cada entrepaño.

No permitas que los volúmenes sobresalgan hacia el pasillo.

Para quitar un volumen, si los libros están colocados horizontalmente y amontonados, transfiere los volúmenes superiores a otro entrepaño vacío o a un carrito para libros.

Separa el volumen deseado, utilizando las dos manos, después vuelve a colocar los volúmenes superiores en su lugar.

Para reponer un volumen a su lugar, cuando los libros están colocados horizontalmente y amontonados, transfiere los volúmenes superiores a otro entrepaño vacío o a una camioneta para libros. Coloca el libro nuevamente en su lugar utilizando las dos manos, después vuelve a colocar los volúmenes superiores en su lugar encima del libro.

Carritos para libros

Utiliza un carrito para libros que:

se pueda manejar fácilmente. Las que tienen ruedas grandes son generalmente más estables y manejables.
que tenga entrepaños amplios o barandillas de protección para asegurar los objetos en tránsito.
que  parachoques en las esquinas para minimizar el daño por choques inesperados.Coloca libros parados verticalmente en el carrito, de la misma manera como en la estantería. Evita tener los volúmenes sobresalientes más allá de las orillas del carrito

Llena el carrito de tal manera que tenga un centro de gravedad bajo.

Procesamiento y preparación física de los libros

A la recepción de los materiales, abre las cajas cuidadosamente para evitar dañar los volúmenes dentro de la caja.

Evita colocar tarjetas de circulación u otro tipo de materiales entre la cubierta y la portada. Coloca estos papeles en el centro del libro.

Se precavido cuando se coloquen las cintas metálicas de seguridad, y no las introducas en el lomo si no hay suficiente espacio para poderlas colocar sin peligro.

Usa productos manufacturados con papel alcalino para los sobres, tarjetas de circulación, ex libris, y demás.

Coloca los ex libris y tarjetas de circulación en la guarda, para que el cuerpo del libro sostenga el peso cuando se aplique el sello o se oprima.

Utiliza adhesivos de alta calidad (tales como acetatos de polivinilo) para adherir ex libris, sobres y láminas de arte sueltas.

Fotocopiado

Apoya las cubiertas y las páginas mientras se fotocopia.

Nunca apliques fuerza para aplastar un volumen tendido sobre la superficie de la copiadora.

Aprende a reconocer, y no intentes copiar libros cuyo tamaño o estructura no permiten copiarse fácilmente o bien.

Un bibliotecario en el Titanic

Este ejemplar fue encontrado durante la expedición que se realizó en 1993 al Titanic. Perteneció a un pasajero de segunda clase, su nombre era Franz Pulbaum, tenía 27 años de edad y muchas ilusiones de ser ciudadano norteamericano, el abordó al Titanic en Cherbourg el miércoles 10 de abril de 1912 como pasajero de segunda clase, su boleto número SC/PARIS 2168 le costó 15 libras. El falleció en el hundimiento y su cuerpo no fue recuperado. Sólo se encontraron sus pertenencias, de entre las cuales se hallaba una declaración de intención de convertirse en ciudadano norteamericano y un ejemplar del diccionario Kaiser.

Algunos textos se recuperaron en el sitio del hundimiento, de entre los cuales de destacan el pequeño diccionario Alemán –Inglés (Kaiser dictionary), un libro sobre gramática del inglés, libros de aritmética y geografía así como algunos de poesía.

Hace ya  años 96 que se perdieron muchas vidas en el tal vez más famoso y triste hundimiento de todos los tiempos, el Titanic. La lista de pasajeros menciona que en el viaje sin retorno de este lujosísimo barco se encontraban personas relacionadas con el mundo de los libros o de la escritura. Según una lista de pasajeros y tripulación menciona a las siguientes personas:

1. Harry Elkins Widener (Bibliófilo). 27 años de edad, pasajero de primera clase; murió en el hundimiento
2. Thomas Kelland (Bibliotecario) 21 años de edad, personal de abordo, murió en el   hundimiento
3. Sleiman Attala (Periodista) 27 años de edad, pasajero de tercera clase, murió en el hundimiento
4. Mansouer Nogal (Periodista) 20 años de edad, pasajero de tercera clase, murió en el hundimiento
5. Edith Louise Rosenbaum (Periodista) 37 años de edad, pasajera de primera clase, sobreviviente y vivió hasta el año de 1975
6. William Thomas Stead (Periodista) 62 años de edad, pasajero de primera clase, murió en el hundimiento
7. Jacques Heath Futrelle (Escritor) 37 años de edad, pasajero de primera clase , murió en el hundimiento
8. Colonel Archibald Gracie IV (Escritor) 53 años de edad, pasajero de primera clase, sobrevivió, pero falleció ocho meses después del accidente de un coma diabético

¿Qué es leer?

Leer es buscar respuestas, pero esencialmente, es abrir preguntas

Es construir el puente entre lo tangible y lo intangible, entre lo vivido y lo soñado.

Es tejer los tiempos. Es trenzar pasado, presente y futuro en un solo tiempo: el del alma del  lector.

Es un instrumento para crear condiciones de vida que nos den más oportunidades de ser felices y mejores

Leer no es una acción, es una forma de estar en el mundo.

Es una suma de habilidades complejas de traducción, interpretación, creación de imágenes y conceptos.

Es un acto inseparable de escribir. Quien escribe, simultáneamente está leyendo lo que observa, siente o piensa. Quien lee está escribiendo un universo tan grande como es capaz de construirlo.

Es aprender, es crecer en la conciencia

Leer no es devorarnos los libros catalogados en las bibliotecas, es permitir que los libros des-cataloguen nuestros paradigmas y nos den alternativas de vida.

Es permitir que un pedazo de mundo sea huésped de nuestros pensamientos e inquilino de nuestro corazón.

Es encontrar paz interior

Es ampliar mi horizonte de expectativas en la vida

Es recrear la creatividad

Leer te da el alimento que ningún nutriólogo contempla en un régimen de desintoxicación

Leer es como hacer el amor con la vida

El bibliotecario

Cierra tus ojos y sueña que tienes ante ti un edificio repleto de libros que encierran todo el tesoro del mundo, que te enseñarán el camino a transitar en tu vida y en el que a cada instante puedes encontrar hasta tu más mínimo deseo.¡Despiertas!, ¡no!, ¡sigues soñando! Los volúmenes hablan de la historia humana, muestran hermosas ilustraciones de cuanto deseas conocer y comienzas a recorrer el palacio que es tuyo, del que solo tú eres su dueño.

¡Qué contrariedad!, cuando tienes hambre y deseas saber de exquisitas recetas tomas el camino de la vida salvaje. En cambio, cuando tu alma se eleva y demanda la esencia de las ánimas superiores, la poesía, el camino que descubres es el de la historia. Y entusiasmada ya por la pasión de los pueblos en las luchas por la independencia, es Calíope la musa que asoma.
¿Qué pasa en este castillo mágico? ¿Todo está al revés? ¿El sueño trastorna los senderos? Nada de eso o de lo otro. El palacio te ha sido entregado sin su paje, o peor, sin el séquito de solícitos pajes que con dulzura y en constante magia te develan los secretos guardados con celos en las páginas dormidas.
Un bibliotecario es un paje alado, en actitud de guía al castillo del mundo de la fantasía, de la historia, de las células, de la simiente de la cultura humana. Ante el mundo se derrama el poder del saber acumulado si el paje no lo alimenta con su aliento humano, si no conduce la senda que hemos de transitar cada vez.

¡Benditos los bibliotecarios! ¡Benditas las bibliotecarias! Los de lentes escrutadores, las de ojos vivaces y habladores. Benditas y benditos los que han leído y ofrecen la cita precisa, el libro adecuado. Benditos los que empiezan a leer, para un día dar con el libro preciso y la cita adecuada. Benditos los que orgullosos de su profesión destierran el malhumor y el hastío diario tras la prensa del día.

Bendito el que tras una sonrisa cordial y una mano diestra lleva de la mano al principiante, consuela al habitual del castillo, con un libro extraído del baúl prohibido del ¡no, jamás! Bendito el bibliotecario, la bibliotecaria, por existir y hacer tan placentera la búsqueda, la lectura, por sembrar el hábito de leer y regarlo con la humedad del amor.

 

 

 

 

 

 

¿Qué es eso de Bibliotecología?

Bibliotecología, esa palabra representa para mi una profesión noble, que requiere de cierto esfuerzo y tenacidad, además de poseer y cultivar un bagaje cultural de cierta importancia. Eso de vivir entre libros, estantes, tarjetas catalográficas, esquemas de clasificación, reglas de catalogación, polvo y bibliotecarios, te roba el corazón. Además de ofrecer triunfos, sinsabores, penas y alegrías forma una parte muy importante en mi vida.
La Bibliotecología es la disciplina que estudia la relación entre el conocimiento y la información, a través de una serie de técnicas y métodos que permiten la organización, resguardo, preservación, desarrollo, síntesis, manejo y gerencia de colecciones o fondos documentales, en cualquier tipo de soporte, de forma tal que nos sea posible, satisfacer las necesidades de conocimiento de un usuario determinado.
Ahora, hay que aclarar que nadie estudia cinco años para llevar un libro de una estantería al usuario de una biblioteca o de un centro de documentación, (además, con eso, tengan por seguro que no se está satisfaciendo ningún tipo de necesidad real). Satisfacer necesidades de conocimiento, por el contrario, es poder determinar las características económicas, políticas, sociales o culturales (dependiendo del entorno) de una población o comunidad de usuarios y, a partir de este diagnóstico, desarrollar una serie de actividades específicas que vayan en pro de ese grupo de personas a las que hemos denominado comunidad de usuarios.

Tales actividades pueden ir desde políticas de Desarrollo de Colecciones, pasando por la Promoción de Lectura, la utilización adecuada de las Tecnologías de la Información y Comunicación, la promoción de los servicios de una unidad de información, entre otras muchas. Lo importante aquí es brindarle al usuario la información que realmente necesite de acuerdo a sus características.

Ser bibliotecólogo es comprometerse en servir a los demás, es brindar herramientas que permitan el desarrollo de habilidades y destrezas a partir del conocimiento que la información genere; ser bibliotecólogo es comprender, descifrar y entender lo que el otro necesita, para satisfacer una necesidad que, a lo mejor, el propio usuario no sabe o no está consciente que la tiene. Ser bibliotecólogo es ser un soñador, es creer que a través del cabal acceso a la información se puede transformar el mundo.

Sin ánimos de idealizar o poetizar, la Bibliotecología es una de las profesiones más hermosas que puede estudiar persona alguna. 

 

 

 

La necesidad de planear… hasta la lectura

Recientemente adquirí un libro titulado: «Un plan de lectura para toda la vida : la guía definitiva de lo que hay que leer» ambiciosa me ví al recrear mis años mosos en la secundaria con aquel libro «El galano arte de leer» vaya tarea, planear hasta la lectura ambiciosamente con el subtítulo: «… la guía DEFINITIVA de lo que hay que leer»

Revisando las reseñas encontré una muy interesante e instructiva, hecha por Juan Domingo Argüelles, exacta y precisa que cito a continuación:

– Las guías de lectura son un arma de doble filo, pues sirven lo mismo para orientar que para ahorrarse la pena de leer. Acaba de ser volcado al español un pequeño clásico del mundo angloparlante: su autor original , Fadiman, logra transmitir su entusiasmo de lector, aunque el responsable de actualizar la selec-ción peca un poco de academicismo desapasionado. Un plan de lectura para toda la vida,de Clifton Fadiman y John S. Major, que, con la autoría del primero, circula en inglés desde 1960, habrá sido, en casi medio siglo, muy orientador para una buena cantidad de lectores, pero seguramente también habrá servido para que otros muchos dejaran de leer los libros recomendados y reseñados.

Es cierto que este Planes un libro sensato, sólo estropeado por el feo subtítulo publicitario de la portada: La guía definitiva de lo que hay que leer. No es esto lo que propone Clifton Fadiman al menos. Mucho más humilde y sabio, afirma: «No es mi deseo colmar de elogios este plan de lectura para toda la vida. No es mágico. No le convierte a uno automáticamente en una persona culta. No tiene la clave para los misterios fundamentales de la vida. No le hará feliz».

El problema con este tipo de catálogos bibliográficos es la forma embustera con que se presentan, pues aunque son, inevitablemente, arbitrarios, se ofrecen como «objetivos» y «definitivos». Y luego la frase «lo que hay que leer» acaba echando a perder todo. Si «hay que leer», entonces no existe disyuntiva posible. ¡Hay que leer, debe leerse! Ello a pesar de que Daniel Pennac, en Como una novela(1992), afirma que los adolescentes y los jóvenes viven hartos de tan desafortunado mandato. «Hay que leer, hay que leer… ¿Y si en lugar de exigir la lectura, el profesor decidiera de repente compartirsu propia dicha de leer? […] No somos los emisarios del libro sino los custodios jurados de un templo cuyas maravillas proclamamos con unas palabras que cierran sus puertas: ¡Hay que leer! ¡Hay que leer!»
Pues bien, estas sensatas reflexiones no han servido de mucho a los editores, en más de tres lustros. Ellos siguen con la misma proclama. Así, en 2002 apareció en alemán el libro de Christiane Zschirnt, Libros. Todo lo que hay que leer(la edición española es de Taurus, 2004). Aquí el dogma se ha radicalizado: ya no es sólo «lo que hay que leer», sino «todolo que hay que leer». En 2006 se publicó en español 1001 libros que hay que leer antes de morir(Barcelona, Grijalbo), de Peter Boxall y José-Carlos Mainer. Una vez más el «hay que leer», ahora antepuesto a un barbarismo: «antes de morir»; ni modo que después.

En la tradición española, los libros de reseñas o, como dijeran pedantemente los anglómanos, abstracts,parten de uno muy famoso que lleva por título Mil libros,del español Luis Nueda (1879-1956), publicado originalmente en Barcelona, en 1940, por Sopena, y reeditado y ampliado varias veces, a partir de 1943. Nueda fue polígrafo, pintor, abogado, escritor y empresario de pompas fúnebres. Para «matar el tiempo», elaboró pacientemente un cúmulo de recensiones de reconocidas obras de la literatura y el pensamiento universales. Esos «recuerdos bibliográficos» se transformaron en el volumen Mil libros. Al reeditarlo, Aguilar lo aumentó con otras fichas del también español Antonio Espina (1894-1972). Si las primeras ediciones se referían a poco más de un millar de obras de trescientos autores, las subsecuentes com-pendian los resúmenes de casi 1 500 obras de cerca de 400 autores.

La idea de que este tipo de libros sirva para conocer la esencia de las obras canónicas y despertar así el interés en ellas para llevar a los lectores a los originales ha fracasado casi siempre. Estos libros funcionan, sí, claro que funcionan, pero para los profesores que dan clases acerca de libros que no han leído ni, por supuesto, leerán. ¿Para qué los leerían si ya hay resúmenes que les obvian esa actividad? Libros que sirven, también, a los alumnos para hacer sus tareas sobre libros que no leen ni leerán jamás. ¿Por qué habrían de leerlos si ya existen síntesis que los liberan de tan engorroso deber escolar?

Similar utilidad tendrá seguramente en inglés ahora en español el libro de Fadiman y Major. En su descargo, hay que decir que no se trata únicamente de resúmenes sino de un excelente híbrido que incluye informadas e inteligentes reflexiones sobre las obras y semblanzas de los autores. (Me refiero a los escritos de Fadiman, pues los de Major son un pegote: escribe más como un académico que como un lector y sus sinopsis son extensas, aburridas y pretenciosas.)

Fadiman y Major incluyen también sus gustos, como es obvio, y a los libros canónicos de la literatura y el pensamiento occidentales añaden algunos libros relevantes de la tradición oriental. El Planva desde Gilgamesh a Cien años de soledad y Todo se derrumba,del nigeriano Chinua Achebe. Acerca de la literatura en español, incluyen en su lista de 133 autores (unas 250 obras) a Cervantes, Borges y García Márquez. En un apéndice añaden fichas más breves de un centenar de «Más lecturas recomendadas», donde consignan a García Lorca y Ortega y Gasset.Todo parece indicar que las obras producidas por la cultura española e hispanoamericana interesan muy poco a los lectores europeos y estadounidenses. Por lo demás, fuera de los clásicos antiguos inobjetables, cualquier lector podría cuestionar la inclusión de algunos modernos en detrimento de otros.

Vale sin embargo insistir en que este Planes mucho más que un libro de resúmenes de libros. Son las reflexiones (las de Fadiman) de quien ha destinado una buena parte de su vida a la lectura y desea compartir esta pasión.

Hace unos años también adquirí el libro titulado: «Libros : todo lo que hay que leer» un libro escrito por Christian Zschirnt. En esta obra se reunen en una mezcla maravillosa y bien seleccionada libros que hablan sobre el mundo, el amor, la política, el sexo, la economía, las mujeres, la civilización, la psiquis, así como también las obras que han servido de bases fundamentales en el desarrollo de la cultura de la humanidad. Shakespeare, Virginia Woolf, T. S. Eliot, Thomas Mann, Franz Kafka, Samuel Beckett y otros. Clásicos como Arthur Conan Doyle, Bram Stoker y Margaret Mitchell, entre otros; libros de culto como El lobo estepario, de Hermann Hesse, Las desventuras del joven Werther, de Goethe y El guardián entre el centeno, de Sallinger, entre otros títulos). En este volumen fueron seleccionados más de 100 títulos, desde La Biblia, pasando por La Odisea de Homero, El Quijote de Cervantes, Fausto de Goethe y hasta Harry Potter de la J. K. Rowling en que la autora nos narra algo del contexto de la obra. Christian Zschirnt logra dar con esta obra una visión general de los libros más importantes de la literatura. Sólo faltaría revisar si existe una selección de libros representativos y dignos de ser leidos y disfrutados sobre la literatura oriental.

La vida de las bibliotecas

Aunque los agoreros vienen predicando desde hace tiempo la extinción del libro como objeto, hay bibliotecas que gozan de envidiable salud. «Como ciertas ciudades, como ciertas personas, una parte muy grata de mi destino fueron los libros», le gustaba decir a Jorge Luis Borges. Y agregaba: «¿Me será permitido repetir que la biblioteca de mi padre ha sido el hecho capital de mi vida? La verdad es que nunca he salido de ella, como no salió nunca de la suya Alonso Quijano». Como invitado especial a la celebración de los 75 años del Instituto Iberoamericano de Berlín, Mario Vargas Llosa revivió con similar vehemencia su paso por las bibliotecas que marcaron su vida de lector y escritor. Evocó por ejemplo la Biblioteca de la Universidad de San Marcos en Lima, donde se perdía leyendo novelas de caballerías como las que enloquecieron al Quijote, y donde hacía tanto frío que la gente estaba obligada a leer con el sobretodo puesto. O la Biblioteca Nacional, donde gracias a una generosidad que admitía el ingreso de niños, grupos escolares completos solían jugar a la pelota en la sala de lectura, así que convenía a los lectores mantener la cabeza cuanto más gacha sobre el libro, mejor, a fin de salvarse de un pelotazo. O la Biblioteca de Madrid donde en tiempos del Generalísimo, si alguien deseaba leer Tirant lo Blanc, la novela que el mismísimo Cervantes había considerado como el mejor libro del mundo, por extraños misterios, necesitaba el permiso del Arzobispado… Y así fue recordando don Mario su epopeya de lector hasta que le tocó el turno al Instituto Iberoamericano de Berlín, donde investigó gran parte para su obra La fiesta del chivo. Porque aunque parezca paradójico, la más grande de las bibliotecas de Europa especializada en los países de Iberoamérica está en la capital alemana. Encontrar en pleno corazón teutón esta cantidad y calidad de documentación mayoritariamente en español y portugués es una experiencia inigualable.

Parafraseando a Borges, «Este universo (que algunos llaman Biblioteca)» consta de 1,200,000 tomos que abarcan Ciencias Geográficas, Económicas y Sociales, Etnología y Estudios de América precolombina, Lingüística y Literatura. Cada año adquiere unos 16 mil títulos, y posee, además de libros, unos 29 mil diarios y revistas (4,500 bajo suscripción), colecciones de texto en microficha, mapas, fotografías y una envidiable fonoteca con tesoros de la música de los países iberoamericanos desde sus orígenes a la actualidad. Entretanto se ha especializado en material absolutamente imprescindible para la investigación: Filminas y programas de partidos políticos que ya no existen, territorios del incunable que sobrevuelan el ordenador y los anaqueles, encuentros de libros y diarios desde las últimas décadas del siglo XIX, hacen que esta biblioteca sea el lugar de peregrinación y trabajo de escritores, estudiantes y especialistas e investigadores de todo el mundo.

El Instituto Iberoamericano de Berlín nació en 1930, por obra y gracia de Ernesto Quesada, el primer sociólogo argentino, —»un adelantado de su época: la cuestión obrera así como los derechos de las mujeres le arrancó varios textos», según escribe la historiadora Dora Barrancos— , que donó los 82 mil tomos de su biblioteca particular y la de su padre al Estado prusiano con la condición de que «sirva como célula para fundar un Instituto Latinoamericano, es decir, como la base de un centro para cultivar las relaciones entre la cultura alemana y latinoamericana en el corazón de Alemania». Dicen que su segunda esposa, que era alemana, tuvo un papel muy importante en esta decisión. A esta donación se le sumaron unos 25 mil volúmenes traídos de la Biblioteca de México por Hermann Hagen, un joven geógrafo de Marburg invitado al país por el presidente Plutarco Elías Calles, así como las colecciones de la biblioteca de un instituto iberoamericano fundado en Bonn y disuelto a los pocos años.

Claro que apenas fundado el Instituto Iberoamericano comenzarían los pasos marciales y el redoble de las marchas alemanas. Mal tiempo para puentes culturales. Así que en aquel período de oscuridad el flamante centro cayó en la órbita de la propaganda nazi. Logró sobrevivir sin embargo a ese oprobio, y también a los duros años de reconstrucción del país de posguerra, y ya por los sesenta comenzó a renovarse el interés académico por la literatura en español y portugués. Llegaron por aquellos tiempos, participando en encuentros literarios, Rosario Castellanos, Eduardo Mallea y J. L. Borges, entre otros, pero es recién en los años setenta, cuando se produce el llamado Boom de la literatura latinoamericana, que la Biblioteca del Instituto Iberoamericano adquiere bríos propios. El edificio del Instituto, ubicado en el ala izquierda de la Biblioteca Nacional, allí donde aterrizaba el ángel de Win Wenders en El cielo sobre Berlín, se encontraba en los confines del sector occidental de la ciudad, a pocos metros de la Potsdamer Platz, entonces el baldío más grande de Europa, sembrado de minas, amurallado. Cuando cayó el muro en 1989, y la ciudad se reestructuró, el Instituto quedó ubicado en pleno centro de Berlín y en el marco de un conglomerado arquitectónico y cultural único.

Sin embargo, como después de la unificación las arcas de la ciudad se convirtieron en un bolsillo sin fondo, estuvo a un tris del cierre definitivo. Fue entonces que Ícaro volvió a renacer de sus cenizas y una ola de protestas nacionales e internacionales unida al apoyo de intelectuales como Jean Franco, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, no sólo lograron salvarlo de la debacle sino consolidar su existencia. Ahora el Instituto, que acaba de cumplir 75 años, ostenta una dorada juventud. «La Biblioteca sobrevivirá», como afirma Borges en su memorable relato. Acaso porque los libros, a diferencia de las personas, cuanto más antiguos más bellos, y cuanto más duraderos, más luminosos. –